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06.07.2017

La importancia de nuestras Emociones




A veces deseamos eliminar algunas de estas emociones con frases como “Ojalá nunca estuviera triste”, basándonos en el malestar que nos generan y olvidando la función que realizan. Así, ante un trabajo difícil, por ejemplo, sentiremos ansiedad, lo que aumenta nuestra capacidad de rendimiento y de concentración y atención; y ante una pérdida afectiva significativa aparecerá la tristeza, lo que fomentará el apoyo por parte de los demás en momentos difíciles.

Pero ¿qué sucede si estoy ansioso siempre o si la mayor parte del tiempo me siento triste sin motivo aparente? ¿qué ocurre cuando las emociones se convierten en un problema?. En este momento es cuando se acude a la consulta psicológica, por el gran malestar emocional que se posee. Pero, generalmente, las emociones no son el objeto directo del tratamiento, sino que se asume que detrás de una emoción siempre hay un pensamiento. O sea, la razón o el origen de nuestro malestar es lo que pienso, por lo tanto el objetivo del tratamiento consiste en la identificación y modificación de estos pensamientos por otros que generen emociones mas adaptativas.

Los niños experimentan muchas emociones en los primeros años de su infancia. Las más importantes son: la alegría, la tristeza, la ira y el miedo.
Si el niño no tuviera miedo de nada, pondría en riesgo su vida constantemente. El miedo hace que el niño se marque retos y luche por superarlos. Pero el miedo excesivo puede bloquearlo y conducirlo al pánico. Entonces debemos enseñarle a utilizarlo para crecer.

La ira es necesaria, porque de ella se aprende. Es normal que aparezca la ira en el niño cuando alguien le pega o se le burla por ejemplo; en cierta forma es un arma de defensa, una forma de entender que “esto no me gusta”, “esto me enoja”, en ese momento la ira pone en marcha un mecanismo para pensar cómo defenderse ante lo que lo enoja.

Sin la tristeza no podría existir la alegría, son complementarias. Pero también puede llevar al niño a perder la ilusión y llevarlo a la depresión. Por eso, siempre tras un momento de tristeza debemos intentar que vuelva a aparecer la alegría.

La alegría es el motor que mueve la vida de nuestro hijo. Pero debemos entender que es imposible que siempre sea así, porque la alegría necesita del resto de las emociones para continuar su camino.

Se sugiere sentarse con el niño, hablar con él para que pueda expresar lo que siente, lo que piensa, y hacerle entender que todas estas emociones son necesarias para su crecimiento.


Guillermina Scaffino
Lic. en Psicología
M.P: 7082